Por: Ilse Andrade.
Uno de los efectos más devastadores que trajo el Covid-19 ha sido el cierre de los centros educativos. Millones de niñas, niños y adolescentes se encuentran confinados, forzados a permanecer y estudiar en casa en un esquema por demás atípico en el que, ya sea por aburrimiento o para atender sus deberes escolares, han tenido mucha mayor exposición en Internet. Ello implica, que la probabilidad de que nuestros menores sufran algún tipo de ciber violencia ha aumentado drásticamente. En México, durante estas semanas de encierro, el consumo de internet se disparó en más del 40% . En específico, el uso de las redes sociales aumentó en más del 42% , lo que incluye inevitablemente un aumento de la exposición de menores de edad en Internet que se puede explicar en dos sentidos.
El primero es que muchas familias han optado por compartir sus actividades diarias en redes sociales con la finalidad de seguir manteniendo contacto con el mundo exterior. Una práctica que no es nueva pero que, a partir del confinamiento, registró un incremento particularmente en casos del llamado sharenting, un anglicismo que proviene de share (compartir) y parenting (paternidad) y que define la práctica que realizan los padres que comparten fotos, vídeos e información de sus hijos en las redes sociales, sin el consentimiento de los menores.
Este sharenting es una práctica que para muchas personas parece inofensiva, pero que trae detrás una serie de riegos y consecuencias. Madres y padres de familia, sin tener conciencia de las implicaciones, ponen en riesgo diversos factores de la vida del menor, siendo el más importante su privacidad. De acuerdo con un estudio de la Universidad de Michigan, el 56% de los padres publica fotos potencialmente vergonzosas de sus hijos; el 51% aporta datos que pueden llevar a localizar al niño; y el 27% fotos inapropiadas . La información e imágenes expuestas en Internet se quedan para siempre en la red, con el riesgo de que en un par de años cuando los niños sean adultos, puedan ver afectaciones en su reputación, en su vida personal o incluso laboral. Pero no siendo suficiente las consecuencias futuras en la identidad y reputación digital del menor, existe también el riesgo presente de revelar información que puede ser utilizada maliciosamente para la comisión de, entre otros, los delitos de pornografía infantil, extorsiones, acosos y usurpación de identidad.
El segundo se refiere a que, durante el confinamiento, los menores han aumentado su tiempo destinado a Internet y redes sociales para tomar clases en línea o simplemente para pasar un rato de ocio, pero que indirectamente ha contribuido a incrementar considerablemente el riesgo de sufrir una mayor violencia digital como ciberacoso, grooming (acoso y abuso sexual online) o sexting (envío de imágenes o videos de contenido sexual), siendo así las mujeres quienes tienen mayor riesgo de ser agredidas. Las principales conductas de ciberacosos a las que se enfrentan son los mensajes ofensivos, insinuaciones o propuestas sexuales, contacto a través de identidades falsas, provocaciones para reaccionar negativamente y envío de contenido sexual.
Los menores también tienen derechos e identidad propia y son precisamente los padres y tutores quienes, en primer plano, deben guiarlos y velar por su privacidad y seguridad. Así que para evitar ese tipo de riesgos que pueden impactar sustancialmente en el desarrollo de la vida de los menores, lo recomendable es limitar la cantidad de imágenes de niños que se publican en redes sociales, ejercer una supervisión parental, mantener un diálogo abierto con ellos y procurar actividades que los distraigan un poco del mundo virtual.
Algunas recomendaciones específicas que permitirán mitigar esos riesgos al compartir imágenes de los menores de edad son: tomar medidas de seguridad como cubrirles la cara; no revelar información que puedan identificarlos (ubicaciones, nombres, uniformes de colegio, matrícula de los vehículos, actividades, etc.); revisar contactos para asegurarse que son de confianza; y por ningún motivo compartir fotos de los niños cuando se les está bañando o desnudos pero, lo más importante, aprender a pedirle permiso al menor siempre y antes de publicar su imagen en Internet.
Las generaciones denominadas post-millennial nacen ya con la tecnología digital desarrollada e integrada y parecería no ser prioridad saber distinguir entre lo público y lo privado. Para muchos de ellos la privacidad no existe. Se les ha arrebatado con la misma tecnología su derecho a la privacidad. Por ello, es importante recordarles la relevancia que tiene hacer valer su derecho a mantener su privacidad y crear conciencia sobre los riesgos que pueden enfrentar. Esto se ha ido diseminando entre el surgimiento de nuevas generaciones de personas y tecnologías, pero no por ello se debe olvidar la instrucción y el acompañarlos en el uso responsable y seguro de las redes sociales, el Internet y herramientas tecnológicas.