Por: Ricardo Corona
En 1939, Luther G. Simjian inventó el cajero automático en Estados Unidos. La época no fue propicia para esa innovación y fue hasta 1967 que J. Shepherd Barron construyó el primero en Londres. Un cambio histórico en el manejo de dinero que trajo el reto adicional de generar confianza para que máquinas manejaran el dinero de la gente, sin personas, ni tener que ir al banco. Cinco años más tarde llegó la innovación a México y, lo demás, es historia. Hoy el mundo cuenta con más de 3 millones de cajeros automáticos para retiros, depósitos, recargas telefónicas u ordenar retiros desde el teléfono. Un proceso que tardó años en madurar, pero que hoy es parte de la cotidianeidad.
A diferencia de lo sucedido con el origen de los cajeros automáticos, esta época es propicia para desarrollar soluciones tecnológicas innovadoras. Estonia, por ejemplo, ha implementado mecanismos para que las personas en conflicto legal envíen información vía electrónica, de modo que ésta sea analizada y procesada por inteligencia artificial que actúa como juzgador automático para resolver ciertos conflictos. O China, en donde el teléfono es el medio por el cual los justiciables acceden a una corte virtual que ya ha resuelto más de 3 millones de casos. México, por su parte, se encuentra implementando soluciones tecnológicas en justicia, motivadas en gran medida por el contexto. Salas virtuales, notificaciones, firmas y expedientes electrónicos. Todas, soluciones que ayudarán a combatir retos; sin embargo, si se quisiera hablar de juzgadores automáticos mexicanos, lo que ahora se hace es insuficiente. Una de las razones principales tiene que ver con la información. Los registros delictivos, electorales, de tránsito, seguridad social, profesiones, tributaria, médica, bancaria o de la propiedad, entre otras, que no interactúan tal y como sí sucede en Estonia.
Bastaría con imaginar que en un proceso legal se crucen automáticamente, por ejemplo, las bases de datos del SAT, IMSS, CNBV, UIF y FGR. La pandemia pasará en algún momento y los servidores públicos cambiarán. Pero si en verdad se pretende atender la importancia sobre la urgencia para que la justicia mexicana trascienda con soluciones como juzgadores automáticos y replique lo sucedido en otros países, se debe atender ya mismo ese rezago histórico en las condiciones de la información para aprovecharla adecuadamente en la sistematización de procesos legales. En el mundo hoy parece imperar el imperativo tecnológico, así que es un buen momento para replicar la historia que cambió el manejo de dinero con tecnología, ahora con la justicia. Que llegue un día en que la confianza y cotidianeidad sean tales que la gente no note la diferencia entre interactuar con un cajero o un juzgador automático.
*Publicado en www.milenio.com el 15 de agosto de 2020.