Por: Jesús Alarcón
Una tendencia histórica de México y Latinoamérica es que no desarrollamos e innovamos en nuevas tecnologías, sino que importamos el conocimiento de otros mercados. Esto se explica por la baja inversión en ciencia y tecnología en la región, cuya cifra alcanza el 0.56 y 0.76% del PIB anual en México y Latinoamérica, respectivamente. En contraste, el promedio de la Unión Europea es del 2%, mientras que Corea y Japón invierten entre el 3.5 y 4% de su PIB. Esto demuestra un importante rezago frente a los principales países exportadores de conocimiento y tecnología.
Un primer paso para revertir esta situación es a través de las tecnologías de energía limpia, ya que la posición geográfica de Latinoamérica es benéfica para aprovechar y potenciar el desarrollo de nuevas tecnologías. Si bien esta es una importante área de oportunidad en estos países, es necesario llevar a cabo algunas medidas medidas como:
Mejorar la regulación ambiental, definiendo una periodicidad obligatoria para la revisión y actualización de normas en eficiencia energética, manejo de residuos y generación distribuida. Asimismo es importante que la legislación esté acompañada de mecanismos que garanticen su cumplimiento.
Mejorar las condiciones jurídicas que protegen la propiedad intelectual de investigadores y desarrolladores de ciencia y tecnología. Es importante capacitar e instruir a los emprendedores en cuestión financiera, administrativa y fiscal, pero también se debe promover el registro de patentes.
Promover políticas públicas que incorporen el uso de tecnologías limpias, aprovechando (todavía) los esquemas vigentes como son los certificados de energías renovables, así como recompensas fiscales a quienes generen o adquieran electricidad con fuentes alternativas.
Mejorar los esquemas de financiamiento, creando un programa de garantías para emprendedores con el fin de promover la diversificación de productos financieros ofertados por la banca comercial. Asimismo, se pueden crear programas para financiar o facilitar la implementación de tecnologías limpias. Por ejemplo, en Colombia quien construye una planta de energía alternativa puede recuperar hasta el 25% de la inversión inicial dependiendo su impacto ambiental.
Invertir en tecnologías limpias ayudará a diversificar la matriz energética de Latinoamérica, reduciendo la dependencia de los combustibles fósiles (incluyendo el gas natural), mientras que protegeremos nuestros activos naturales al reducir las emisiones de gases de efecto invernadero.