Por: Fernando Ponce.
Nuestro país enfrenta una crisis sin precedentes en materia sanitaria, hoy nuestra prioridad debe ser necesariamente la mitigación de esta contingencia. Sin embargo, para muchos la contingencia sanitaria viene acompañada de la económica. No solo a nivel macroeconómico con los drásticos pronósticos de contracción del PIB o las previsibles altísimas tasas de desempleo, sino que para muchos que viven al día, esta crisis ha comenzado ya.
Basta para demostrar esto, el más reciente dato del desempleo en Estados Unidos. De acuerdo con datos del Departamento de empleo de ese país, entre las 2 semanas comprendidas entre el 17 al 30 de marzo, cera de 10 millones de personas aplicaron para el seguro por desempleo, récord histórico. Para ponerlo en contexto, durante toda la crisis del 2008-2009, se perdieron 9 millones de empleos. Estas cifras nos hacen dimensionar el tamaño del problema de nuestro vecino y principal socio comercial.
En cuanto a nuestro país, hay distintos escenarios respecto al nivel de contracción que sufrirá la economía nacional, desde los escenarios “positivos” como el de la propia Secretaría de Hacienda (+.01% a -3.5%), hasta el de otros analistas y grupos financieros, como Bank of America, quien calcula un decrecimiento de hasta el 8% del PIB de México.
Aunado a lo anterior, la percepción de las personas respecto a sus principales temores en medio de esta pandemia, es de resaltar la “Octava Encuesta Nacional sobre COVID19 en México” realizada por Consulta Mitofsky, que muestra que el principal miedo que los ciudadanos tienen es que su economía se vea afectada (47.5%), mientras que el miedo de contagio de coronavirus es de 26.9% y sorprendentemente, únicamente el 18.3% tiene su mayor temor a ser víctima de la delincuencia.
Si bien el escenario parece muy adverso, es justo en estos casos donde debemos ser creativos y buscar las oportunidades que, como país, tenemos para salir lo antes posible y de la mejor forma de esta crisis. Un caso es la oportunidad que tenemos para aprender de esta crisis y la cuarentena que nos trajo, ajustando nuestros ordenamientos jurídicos a la realidad tecnológica que actualmente vivimos. Por ejemplo, en materia mercantil. Actualmente, la Ley General de sociedades Mercantiles, determina en su artículo 179 que las asambleas generales de accionistas deben ser celebradas, salvo caso fortuito o de fuerza mayor, en el domicilio social, bajo pena de nulidad. Es decir, no solo deben estar físicamente presentes los accionistas, sino que debe ser en el domicilio de la sociedad.
Actualmente, contamos con tecnología suficiente y sistemas informáticos que permiten realizar videoconferencias o firma digital de documentos por medios digitales o incluso biométricos, asegurado en todo momento los requisitos de conservación para una posterior consulta, la fiabilidad y con la capacidad de atribución de los firmantes y la huella de auditoría necesaria para asegurar que quien firma es quien dice ser.
Estos sistemas ya son utilizados en México en algunos sectores como el financiero. Y son reconocidos y regulados en algunas legislaciones como el código de comercio o la Norma Oficial Mexicana NOM-151-SCFI-2016, que aborda los requisitos que deben observarse para la conservación de mensajes de datos y digitalización de documentos. También existen Prestador de Servicios de Certificación (PSC), que son empresas certificadas por la Secretaría de Economía, para la emisión de certificados digitales con validez jurídica, muy recurridos en el sector financiero y comercial.
¿Por qué si para transacciones financieras y comerciales podemos tener firmas digitales, no aplicaría la misma tecnología y seguridad para sesiones de consejos de administración, sus comités o incluso, la Asamblea General de Accionistas? Considerando que estas nuevas tecnologías, a través de biometría nos pueden dar incluso mayor confiabilidad que los medios tradicionales como puede ser una firma autógrafa, parece ocioso tener que obligar a los accionistas a reunirse físicamente para tomar decisiones o aprobar documentos que pueden hacer a distancia, de forma más rápida, eficiente y, sobre todo, segura.
Como este, estoy seguro de que existen otros ejemplos en que podríamos emplear la tecnología, tanto para el sector privado como para el sector público. Por ejemplo, usar este tipo de tecnología para videograbar y extraer la versión estenográfica con biometría de voz de los juicios orales. Otra aplicación, sería para realizar las sesiones de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, de forma remota y con completa atribución de identidad cada uno de los ministros.
¿Qué otros se les ocurren?